miércoles, 23 de enero de 2008


Continúo con la batería baja. Como cuando enciendes el coche y.... hay problemas para ponerlo en marcha.
Y es que la espera es... demoledora.
Pequeños pasitos, mínimos. Y nuestros corazones laten con tanta fuerza que parecen que se van a salir del pecho y se irán corriendo hacia nuestro hijo o hija.
Y no, ahí manteníendolo. Regulando nuestras emociones y pensamientos.
Hoy en el trabajo he leído un precioso poema. Un poema que también te guardaré como un tesoro.
Mi profesión se encuetra denostadíiiiiiiiiisima. Aguantamos insultos, vejaciones, agresiones. Ya no podemos ni sancionar a ningún alumno sin pensar "¿que harán estos padres?, ¿me desautorizarán?, ¿me atosigarán?, ¿me culparán de sus acciones?, ". Y desde luego hoy por hoy este trabajo es vocacional.
Pocos años llevo de carrera y ya he visto varios intento de agresión hacia mis compañeros, y hacia mi misma.
Pero el entrar a un aula, escuchar esas risas, ver como aprenden, como crecen, como miran la vida... vale la pena.
Y cuando los veo a ellos me repito "no olvidemos nunca ser padres y madres". Normas, normas y más normas, y cariño, amor, afecto, abrazos............... a raudales (nunca es suficiente, y tenemos tanto para dar...).
Así que aquí copio y dejo este poema.
A todos mis compañeros y compañeras de trabajo.



Educar es lo mismo
que ponerle un motor una barca.

Hay que medir, pesar, equilibrar...
y poner todo en marcha.

Pero para esos

uno tiene que llevar en el alma

un poco de marino, un poco de pirata,

un poco de poeta,
y un quilo y medio de paciencia concentrada.


Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,

que ese barco - ese niño-
irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes
hasta islas lejanas.

Gabriel Celaya.



P.D: La ilustración es de Roser Capdevila. Es una fiel imagen de las maestras de infantil.